La Bendita Simulación de Jesús
Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. Pero Jesús no le respondió palabra. Mateo 15:22, 23.
¿Cómo es esto? ¿No se encuentra esta actitud de aparente indiferencia y desprecio de Jesús en contra de todo lo que sabemos acerca de su carácter bondadoso y lleno de amor? Este no es el Jesús al cual estamos acostumbrados. Si el relato terminara allí, nos sentiríamos muy chasqueados. Pero, gracias a Dios, todavía hay un contenido maravilloso que tenemos que seguir leyendo.
Como nos comenta Elena de White, “bajo la aparente negativa de Jesús [la mujer sirofenicia], vio una compasión que él no podía ocultar”.* Jesús tenía un propósito con esa simulación que estaba realizando. Me imagino cómo se habría estado derritiendo su amoroso corazón, ante el dolor y la desesperación de esa mujer. Pero él sabía que había propósitos más trascendentes que cumplir con ella y con su hija, y entonces “actuó” haciéndose el indiferente, el duro, para que la mujer se probara a sí misma en su fe, y pudiera adquirir una experiencia espiritual superior.
La mujer, entonces, humildemente pero de manera muy inteligente y resuelta, le contestó: “Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos” (vers. 27).
Jesús no pudo contenerse más. Su amor y su ternura, reprimidas con gran dificultad, estallaron y desbordaron de emoción, y ahora, con palabras alegres y categóricas, le dijo, en presencia de sus asombrados discípulos: “Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres” (vers. 28). El relato nos dice que “su hija fue sanada desde aquella hora”.
Hoy, Jesús también quiere bendecirte, pero a veces se hace el ausente, el silencioso, el indiferente, porque tú necesitas ser consciente de tu profunda necesidad de él. Necesitas una fe perseverante, que luche por buscarlo, y que no descanse hasta conseguir la bendición anhelada. Si eso haces, no podrás dejar de conmover el corazón de Jesús, como lo hizo esta mujer, y recibirás la bendición que necesites de verdad.
* Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 367.
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El Tesoro Escondido”
Por: Pablo Claverie
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